La relación de la abogacía con la inteligencia artificial es, en mi opinión, un problema de campana.
Por un lado, los jóvenes abogados ven peligrar su contratación y su curva de aprendizaje: la IA amenaza con sustituir las tareas iniciales con las que se entrenaban (revisar jurisprudencia, redactar escritos, aprender del error). Por otro lado, los más veteranos se sienten incómodos con herramientas y conceptos que no dominan, y temen perder relevancia frente a una tecnología que habla un idioma que no es el suyo.
Ambos extremos tienen un punto en común: la sensación de que la IA, si no se gestiona con criterio, puede devorar la profesión.
Los problemas: una profesión tensionada
1. La curva de aprendizaje en riesgo
Bajo mi criterio, el mayor peligro para los juniors es que se conviertan en correctores de borradores de IA en lugar de adquirir criterio jurídico propio. Sin práctica real, sin equivocarse y mejorar, la abogacía se vuelve más superficial.
2. La brecha generacional tecnológica
Los seniors tienen criterio y visión, pero la IA exige nuevas competencias. La falta de familiaridad con prompts o integraciones crea resistencia y frena la adaptación.
3. La presión del cliente informado
Cuando el cliente sabe que una IA puede redactar un contrato en segundos, exige a su abogado la misma rapidez. Pero el valor real no está en la velocidad, sino en el criterio.
Las soluciones: aprender a convivir con la IA
En mi opinión, la clave no está en prohibir la IA ni en rendirse a ella, sino en dominarla.
1. Dominar el prompting jurídico
El prompting se ha convertido en el nuevo arte de la abogacía digital. Bajo mi criterio, dominarlo será tan importante como lo fue, en su día, aprender a manejar bases de datos de jurisprudencia.
Un buen prompt jurídico no es simplemente “hazme un contrato de arrendamiento”, sino que debe incluir:
- Rol definido: “Actúa como un abogado experto en derecho digital español con más de 10 años de experiencia en litigios”.
- Contexto detallado: indicar jurisdicción, sector, situación del cliente, riesgos a cubrir.
- Formato y precisión: “Redáctalo como cláusula contractual, lenguaje claro, numerado y con referencias normativas vigentes”.
- Restricciones explícitas: “No inventes jurisprudencia, cita solo normas en vigor en España, añade referencias oficiales cuando sea posible”.
Además, existen técnicas avanzadas que recomiendo aplicar:
- Few-shot prompting: dar ejemplos previos de cómo quiero que se redacte la cláusula para marcar estilo y consistencia.
- Chain-of-thought prompting: pedir a la IA que muestre su razonamiento jurídico paso a paso antes de dar la respuesta final, lo que permite detectar errores lógicos.
- Prompt layering: dividir un trabajo complejo en fases (primero pedir un esquema, luego desarrollar cada sección, después revisar riesgos específicos).
- Self-critique prompting: pedir a la IA que critique su propio resultado y proponga mejoras, antes de que lo haga el humano.
La clave está en tratar la IA como un asistente jurídico digital inteligente pero poco fiable: cuanto más preciso seas en tus instrucciones y más revises su trabajo, más valor obtendrás. En mi opinión, los abogados que no aprendan esta disciplina estarán en clara desventaja frente a quienes sí lo hagan, porque el prompting no es opcional, es la nueva alfabetización legal en la era digital.
2. Usar programas jurídicos especializados
No todas las IA son iguales. Bajo mi criterio, aquí hay un error común: muchos despachos intentan usar ChatGPT para todo, cuando ya existen soluciones diseñadas específicamente para áreas legales concretas.
3. Formación mínima y mentoría inversa
- Los juniors deben aprender a criticar lo que la IA les devuelve, no a copiarlo.
- Los seniors deben perder el miedo y dejarse acompañar por los más jóvenes en la parte tecnológica, mientras transmiten a cambio criterio y visión estratégica.
4. Protocolos de uso y revisión
Un despacho que quiera integrar la IA debe tener un protocolo claro:
- Checklist de verificación obligatoria antes de usar un resultado.
- Documentar qué parte proviene de la IA y qué parte del criterio humano.
- Explicar al cliente cómo se usa la IA y qué valor aporta el abogado.
Una oportunidad para reposicionarse
En mi opinión, la IA no tiene por qué devorar al abogado, salvo que este confunda escribir con pensar. La máquina puede generar textos, pero el abogado debe decidir qué hacer con ellos.
El futuro pertenece al estratega de IA:
- El joven que use la IA como trampolín para aprender más rápido.
- El senior que convierta su criterio en la brújula que guíe a la tecnología.
- El despacho que diseñe protocolos de uso responsable y transparente.
En definitiva, la IA devora al abogado que la ignora o la usa sin control, pero potencia al abogado que sabe dónde está su valor.
Autoría:
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